Después de la última vez que me rompí(ieron) el corazón prometí amarme mejor.
Trabajé en silencio para volver a reconstruirme y pegar cada pedacito que se había roto en el afán de amar a alguien más.
Admito que me ilusiono fácilmente, veo señales donde quizás no las hay y mi mente es a veces una bomba de tiempo cuando de historias de amor se trata.
Han pasado varios días, meses y años desde esa última vez que el llanto se hizo insoportable y el dolor en mi pecho se sintió como si una daga penetrara profundo.
Apareciste en mi vida sin pensarlo, como muchos dirían, de casualidad. Ninguno de los dos nos conocíamos, lo único en común que teníamos eran las ganas de aprender y por eso coincidimos en esa clase. Al inicio ni notaba tu presencia, porque mi ansiedad y yo estábamos intentando lidiar con lo nuevo de la virtualidad y entre tantas emociones sueltas de pronto te convertiste en el centro de mi atención.
Poco a poco mi mirada fue encontrando la tuya a través de la pantalla que nos separaba y sentí que habíamos conectado de una forma especial, extraña y mágica. Intenté callar lo que mi corazón susurraba cada vez que te veía, me decía que solo era una falsa ilusión, que me estaba confundiendo porque hace mucho que no experimentaba la sensación de cuando alguien te gusta. Los nervios, la ansiedad, el caos en la mente y los latidos desesperados del corazón.
Casualmente te encontraba en todas partes y me vi sonriendo cada vez que te escuchaba hablar. Sin darme cuenta ya lo había aceptado, tú me gustas. Este descubrimiento invadió mi corazón y que bien se siente que te guste alguien, aunque a la vez me asustaba la idea de conocernos más, pero me decía que estaba dispuesta a intentarlo porque mi intuición me lo gritaba cada vez que te veía y me hablabas.
No conocía mucho de ti, solo un par de cosas importantes aparte de tu nombre y a lo que te dedicas, pero me fui enamorando de quién eres, de tu sonrisa, de tu sinceridad y de tus manías. Inventé un guion que nunca sería parte de nuestra realidad, pero yo lo creí y dejé que la esperanza solo creciera cada día un poco más .
Pero, como suele pasarme a mí, siempre llego tarde a la vida de las personas. Esta vez no fue la excepción, volví a equivocarme en ver las señales, esas sonrisas no tenían el significado que yo les había dado ni tus miradas hablaban más como yo lo había imaginado. Toda la ilusión se esfumó cuando leí ese mensaje. Eres oficialmente de otra y yo ya no puedo reclamarte.
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